viernes, 2 de septiembre de 2016

El seguimiento de Jesús no tiene por qué ser incompatible con cualquier proyecto honrado o responsabilidad verdaderamente humana como es, por ejemplo, la familiar. Si hay choque, es porque existen intereses contrarios que rivalizan, hay ataduras y no hay verdadera libertad evangélica. Sucede con cierta frecuencia que nos movemos en medio de falsas necesidades, apegos o aspiraciones desenfocadas que hipotecan nuestra personalidad. Seguir a Jesús comporta opciones y descartes, lo cual cuesta, no es barato. Pero así sucede con todo lo bello y positivo de la vida...

COMENTARIO Dice el libro de la Sabiduría que en la práctica no es fácil conocer los designios de Dios. Cuando tenemos la inteligencia y la conciencia desvirtuadas, no podemos rastrear lo que Dios quiere. En cambio, cuando nos ilumina el Espíritu, nos hace partícipes de la Sabiduría divina y entonces apreciamos lo que agrada a Dios. El Evangelio presenta uno de los textos más exigentes y chocantes. En una ocasión en que "mucha gente acompañaba a Jesús", éste se vuelve y, dirigiéndose a todos, expone con claridad cómo entiende su seguimiento: si algo o alguien hacen la competencia a Dios, habrá conflicto, porque ni la familia ha de estar por encima; para un cristiano la voluntad de Dios es lo primero. Además, "quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío", añade Jesús. Más aún: "El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío". Así pues, para Jesús, Dios y su Reino son valores supremos, absolutos; todo lo demás ha de estar subordinado. En verdad, Jesús es exigente y hasta tajante. No quiere seguidores a medio gas. El compromiso de seguirlo comporta una jerarquía de valores en la que el plan de Dios es lo principal. En el fondo, este pasaje evangélico nos cuestiona si seguimos a Jesús por verdaderas motivaciones o por inercias y costumbres... Si falta una verdadera decisión personal por Jesús, uno no es cristiano auténtico. Por eso advierte: "El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío". Pero el seguimiento de Jesús no tiene por qué ser incompatible con cualquier proyecto honrado o responsabilidad verdaderamente humana como es, por ejemplo, la familiar. Si hay choque, es porque existen intereses contrarios que rivalizan, hay ataduras y no hay verdadera libertad evangélica. Sucede con cierta frecuencia que nos movemos en medio de falsas necesidades, apegos o aspiraciones desenfocadas que hipotecan nuestra personalidad. Seguir a Jesús comporta opciones y descartes, lo cual cuesta, no es barato. Pero así sucede con todo lo bello y positivo de la vida. Por tanto, que ninguno haga el ridículo de apuntarse al seguimiento de Jesús sólo por corazonada, sin haber medido sus predisposiciones y sin haber pulsado si está dispuesto a vivir con las vibraciones y las renuncias que indica el Evangelio. En las corazonadas frecuentemente hay improvisación y marcha atrás. Los compromisos verdaderos son permanentes. Seguir a Jesús es una opción difícil, pero muy valiosa. El lo dejó todo por el Reino de Dios. ¿Hay otra causa más noble y atractiva? P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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