sábado, 18 de junio de 2016

XII Domingo del Tiempo Ordinario Nos puede parecer extraño el programa de seguimiento que Jesús propone, pero está lleno de razón. Este mensaje está reconocido y avalado por los mejores psicólogos, porque asegura salud, equilibrio y felicidad. Negarse a desarrollarlo es abrir la puerta a la frustración, a la depresión, al sinsentido...

COMENTARIO DEL EVANGELIO: Un valor singular en la Iglesia y fuera de ella es la fraternidad. En cristiano, todos somos hermanos y herederos de la misma promesa no sólo a los ojos del Señor, sino también dentro de la comunidad. Según esto, no son admisibles las diferencias que hieren la unidad o lesionan la fraternidad. La diversidad enriquece, pero hay diferencias que no caben en el marco del Evangelio. ¿Le preocupaba la imagen a Jesús? ¿Le interesaban las encuestas? No lo imaginamos entretenido con frivolidades y menos en contexto de oración como menciona el Evangelio. En cambio, sí sobrecoge esa pregunta tan directa: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". ¿Qué significo en vuestra vida? Ni entonces, ni ahora espera Jesús una respuesta ideológica, de libro, sino vivencial, creyente; no quiere sólo una respuesta verbal, sino testimonial, sobre todo. Según comentan los discípulos, Jesús gozaba de buen parecer entre la gente. Era comparado con Juan el Bautista, Elías u otros grandes profetas. Pero Él quiere saber también qué opinan los que ha elegido como compañeros de vida y de misión. Pedro respondió con rapidez: "Tú eres el Mesías de Dios". Y nosotros, ¿qué decimos de Jesús? No hay seguimiento de Jesús sin cruz. No es posible ser cristiano sin negarse a sí mismo. La cruz es un ingrediente de la vida y de la vocación cristiana. Nos puede parecer extraño el programa de seguimiento que Jesús propone, pero está lleno de razón. Este mensaje está reconocido y avalado por los mejores psicólogos, porque asegura salud, equilibrio y felicidad. Negarse a desarrollarlo es abrir la puerta a la frustración, a la depresión, al sinsentido. Sin embargo, eso de negarse a sí mismo no es valorado, ni es lo que enseñan muchos educadores. No es lo actual, lo avanzado, se dice. ¿Qué alternativa es mejor? En verdad, la personalidad de Jesús es extraordinaria, ejemplar. Es una gran suerte conocerlo y seguirlo. Pero sólo se descubre adecuadamente por la fe. Lo aseguraba San Pablo: "Nadie puede decir: 'Jesús es el Señor', si no es en el Espíritu Santo" (1Co 12,3). Agradezcamos, pues, el don de la fe y sigamos a Jesús convencidos. Es el Maestro que no engaña, ni defrauda. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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