domingo, 16 de febrero de 2020

Las páginas del Sermón de la Montaña presentan el estilo alternativo de Jesús. Él tiene claro que hay que ser mejores que los letrados y fariseos para entrar en el Reino de los Cielos. Aquellos profesionales de la religión basaban la perfección en cumplir los mandamientos, lo que se nos ha enseñado a muchos. A Jesús no le parece poco, pero entiende que no es suficiente. A sus seguidores les pide más, les pide un mayor nivel de santidad y de respuesta al Espíritu...

Comentario: De muchas maneras Dios se ha ido revelando a lo largo de la historia. Lo hizo antes de Jesús. Lo hizo culminantemente en Jesús y lo sigue haciendo por medio del Espíritu. La revelación plena está concentrada en Jesús. Él respeta y asume la tradición religiosa de su pueblo. Critica todo aquello que no ayuda a la dignidad personal y colectiva de las personas. Pero no es rompedor de ninguna tradición que ayude a vivir; más aún, quiere que se cumpla hasta el último punto. Sin embargo, deja muy claro que hace falta motivar más, hacer propuestas más exigentes, llevar cuanto existe a la plenitud. No ha venido a echar por tierra el pasado, como si la historia comenzara en Él, pero sí a dar plenitud, porque concentra más sabiduría que todos los profetas anteriores. Las páginas del Sermón de la Montaña presentan el estilo alternativo de Jesús. Él tiene claro que hay que ser mejores que los letrados y fariseos para entrar en el Reino de los Cielos. Aquellos profesionales de la religión basaban la perfección en cumplir los mandamientos, lo que se nos ha enseñado a muchos. A Jesús no le parece poco, pero entiende que no es suficiente. A sus seguidores les pide más, les pide un mayor nivel de santidad y de respuesta al Espíritu. El llamado “joven rico" es un caso típico de los que cumplen lo que manda la tradición y se paran en los mandamientos; cuando Jesús le pide algo más, no es capaz de seguirlo. El mensaje de Jesús, encabezado por las Bienaventuranzas, es un modo de vida más radical que da plenitud y reviste de nueva mística a todo lo anterior. Por otro lado, hay un motivo anual por estas fechas que conviene resaltar: la Campaña contra el Hambre. Hagamos una reflexión corta, pero profunda: — Se suele valorar la cultura del progreso. Pero el progreso es discutible si no llega a todos. — Socialmente se comenta: tanto tienes, tanto vales; pero ¡qué falso es su contenido! — Políticamente hay demasiada corrupción y cuesta separar el 0,7 para los pobres y hambrientos. — Para muchos el dinero es como un dios. Todavía sigue habiendo falsos dioses... Nosotros, ¿qué podemos hacer?: — Mayor austeridad: consumir menos para compartir más. — No malgastar ni tirar, sino aprovechar. — Crear opinión y colaborar en campañas como ésta. — Y orar. Sin la espiritualidad del Evangelio difícilmente lograremos un mundo justo y solidario. P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.

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