domingo, 8 de octubre de 2017

A lo largo de la historia hemos sido enriquecidos con nuevos profetas, santos y testigos de alta calidad. Pero basta echar un vistazo a la historia y al presente para observar que no hemos avanzado mucho en el cuidado y en la administración de la viña. Sigue habiendo luchas por el poder, eliminación de los mensajeros, abuso de algunos que quieren dominar como si fuesen los dueños de la finca... ¿Por qué no damos el fruto que cabía esperar? ¿No decimos que debemos ser fermento del Reino de Dios en medio de la sociedad? ¿Estamos verdaderamente al servicio del auténtico progreso comunitario y de la salvación evangélica?..

COMENTARIO:Las parábolas no son exclusivas del Evangelio. También las hay en el Antiguo Testamento. Una de ellas es la de la viña. Qué bien queda retratada con esta parábola la relación amorosa, delicada y atenta de Dios con su pueblo: "¿Qué más cabía hacer por mi viña que no lo haya hecho? ¿Por qué esperando que diera uvas dio frutos silvestres?". Este pueblo rechazó a los profetas y, años más tarde, asesinó vilmente a Jesús. Después de Jesús, podemos considerar que esta viña es la Iglesia y, por extensión, todo el pueblo. A lo largo de la historia hemos sido enriquecidos igualmente con nuevos profetas, santos y testigos de alta calidad. Pero basta echar un vistazo a la historia y al presente para observar que no hemos avanzado mucho en el cuidado y en la administración de la viña. Sigue habiendo luchas por el poder, eliminación de los mensajeros, abuso de algunos que quieren dominar como si fuesen los dueños de la finca... ¿Por qué no damos el fruto que cabía esperar? ¿No decimos que debemos ser fermento del Reino de Dios en medio de la sociedad? ¿Estamos verdaderamente al servicio del auténtico progreso comunitario y de la salvación evangélica? Hemos sido llamados a colaborar en las labores de la viña y no se espera de nosotros otra cosa que una sensata colaboración para mejorarla. Se nos ha encargado su cuidado y su administración. Nadie es dueño de la viña más que Dios. Para hacer bien las faenas nos ha dejado el Evangelio y el Espíritu, y todas nuestras capacidades, que no son pocas; pero no lo haremos bien si vamos a nuestro aire y no al aire del Espíritu y del Evangelio. En resumen, nos queda una advertencia: ser dignos colaboradores y administradores responsables en la viña del Señor. El ser humano en general y el creyente en particular no se pueden arrogar otra función que la de ser corresponsables en el arrendamiento de la viña. Para ello pongamos en juego lo que apunta la segunda lectura: "todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo los que es virtud... tenedlo en cuenta". P.Hidalgo,

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